“La cultura científica es
muy ventajosa como modelo de racionalidad por que […] ese hábito inveterado de
la velocidad, chapucería y negligencia publicitada en los fenómenos de la
vida contemporánea, […] nos conduce
inevitablemente a accidentes y errores por otro lado previsibles”.
El hombre emergente /
Santiago Pascual
Por: toto
Otrora, no se hubiera pensado que los aparatos fueran a regir, de tal manera, no solo las dinámicas económicas, políticas,
educativas y culturales de la sociedad, sino, también, el modo de pensar, de
sentir y de comportarse de sus miembros.
Al respecto, Pepe Mujica
(expresidente de Uruguay) plantea que "el mundo de
hoy nos tiene pensando como vivimos, cuando deberíamos estar viviendo como pensamos”. Es decir, hoy, más que nunca, somos una pieza dentro del engranaje del sistema
de la competencia, y por tanto, desencajarse de éste implica asumir los "rezagos" sociales, políticos y económicos a los que, supuestamente, quedaríamos
propensos en caso de no ser parte de la globalidad; como si la tradición y el
desarrollo local fueran un plato de
sobras cuyos colores, sabores y vitaminas culturales, debieran desvirtuarse
ante la palidezca cena de la competitividad y el agresivo mercado de la
indolencia.
¡Pero, en este
sistema estamos!, y por más que lo desafiemos con posiciones y decisiones
contrarias, en ocasiones, románticas, le respondemos, conscientes o no, para
poder sobrevivirlo. La contemporaneidad ha supeditado nuestra relación con el
otro al tiempo y el espacio. Por una parte, puesto que al tener que responder a
jornadas laborales de hasta 12 horas, la familia solo cuenta con algunas
escasas horas, por cierto empapadas de cansancio y estrés, en las que la charla con los hijos, hermanos y padres se va, también, en dialogar alrededor de lo
hecho en el día, es decir, lo laboral.
Por otra parte, resultado de lo anterior, la mayoría del tiempo de nuestro día a día la pasamos en el lugar donde laboramos, lo que se traduce en que es casi nuestro espacio de hábitat. A esto también han sucumbido los amigos y, hasta… ¡la mía vita!, dirían los italianos.
Por otra parte, resultado de lo anterior, la mayoría del tiempo de nuestro día a día la pasamos en el lugar donde laboramos, lo que se traduce en que es casi nuestro espacio de hábitat. A esto también han sucumbido los amigos y, hasta… ¡la mía vita!, dirían los italianos.
En torno a este panorama Virilio (2006) plantea
el concepto de dromología (cuya
etimología alude a los griegos con la voz drómos:
pista de carrera), que hace alusión a que todo va cada vez más veloz. Arlandiz (2011) asume este planteamiento como “la
secuencia que comprendía tres elementos, partida, viaje y arribo, ha ido
perdiendo su elemento intermedio, reducido en muchos casos a lo instantáneo,
simultáneo y virtual” (p. 82).
Asimismo, Virilio ((citado por Bastidas, 2015) considera que esa vertiginosa o centuria
velocidad absoluta de transformación del mundo, ha llevado a la
configuración de unas dinámicas sociales caracterizadas por “la instantaneidad,
la ubicuidad y la inmediatez” (p. 36), en las que,
al parecer, los sujetos solo se dedican a actuar conforme lo proponen el desarrollo y los aparatos, los cuales, de acuerdo a su
nivel de innovación, les van estableciendo el ritmo en que se deben mover en
sociedad, en razón de entrar a hacer parte de
la neovida.
Así las cosas, no
es difícil comprender la razón de ser de las aceleradas decisiones de los
gobernantes, en las que prima el bienestar del mercado sobre la calidad de la
vida humana. Para, luego, jactarse, por ejemplo, mostrando programas de
gobierno para la nutrición y la vivienda, aun, cuando se sabe que estos son un
derecho.
A la educación se
le ha metido en esta “olla” del desenfrenado mundo de la competitividad, y por
tanto, la formación debe responder a estándares tecnicistas a partir de los
cuales se enseña para el hacer y no para pensar ese hacer en pro del bienestar
humano.
A esto se suma el
hecho de la transculturización de los comportamientos, en tanto se debe estar a
la moda de lo que genera el mundo del desarrollo. Una caricatura de ello es
que, en nuestro contexto y tiempo, por ejemplo, montábamos en patineta con los
amigos, hoy, se practica el skateboard. Antes, nos hacíamos autorretratos,
producto de la sensibilidad, hoy, se toman selfies, producto de los
estereotipos. Es decir, la afanada ansia por estar en vez de ser, ha
trastocado el arte de vivir en sociedad y generado expresiones donde la esencia
es víctima de bullying cultural, social, etc., por estar por fuera de la
farandulesca vida contemporánea.
De ahí entonces,
que las prácticas sociales han cambiado. En el ámbito familiar las
relaciones e intercambios están mediados por la nueva “nana” en que se han
convertido los aparatos, derivados de ese desarrollo. En consecuencia, algunas
tradiciones que bien podrían defenderse, se han visto supeditadas a la
aceleración. La oralidad, como elemento de transmisión, se puso audífonos. El
abrazo materno o paterno dio paso al in
o al out, éste último, como una viva muestra
de estar promoviendo “el oso”.
En al ámbito
escolar, igualmente, el proceso enseñanza – aprendizaje debe responder a la
inmediatez. Los aparatos, aunque una herramienta de apoyo pedagógico, también
han mediado la relación humana estudiante – maestro. En ocasiones, hasta el
diálogo que se pueda generar en el aula alrededor de un tema, debe esperar por
la respuesta al mensaje del celular. Mientras, el maestro debe poner a competir
su enseñanza con lo instantáneo de las imágenes, la música, los textos, etc., del aparato; los estudiantes ponen su disposición para el aprendizaje en la pantalla
de su distracción. ¡Esta es la ventaja de la nueva “nana”! ¡Se puede ir con
ella a todas partes!
Se aclara que no es que se esté en oposición al desarrollo tecnológico, sino, que se hace una crítica respecto al cómo la hemos asumido los humanos. La tecnología es una herramienta para la vida, no para volver la vida una herramienta. Bién lo diría Charles Chapiln (1940): No sois máquinas, ¡hombres es lo que sois!
Se aclara que no es que se esté en oposición al desarrollo tecnológico, sino, que se hace una crítica respecto al cómo la hemos asumido los humanos. La tecnología es una herramienta para la vida, no para volver la vida una herramienta. Bién lo diría Charles Chapiln (1940): No sois máquinas, ¡hombres es lo que sois!
Y a todas estas… ¿qué hay de la práctica de la lectura en la
contemporaneidad?
Los nuevos modos
de leer son una realidad. El soporte físico del libro, su adquisición y
acceso ha entrado a compartir con lo digital y lo virtual. La “vieja guardia”
correlaciona su accionar con las dinámicas de la nueva generación, a pesar de
debates entre lo romántico y lo práctico; pues, lo que es claro es que no se
puede pelear con lo que nos posibilita la agilización de procesos.
En este sentido, la pregunta acerca de ¿cómo se lee
hoy? conlleva a la presente reflexión, más, gira, también, a su alrededor, y de
nuevo, la pregunta de ¿qué es leer hoy?
Frente a esto, es necesario tener en
cuenta el contexto dromológico planteado por Virilio (2006). La centuria de la velocidad absoluta presume
que la práctica de la lectura hoy se caracterice por lo mediato y lo preciso;
esto es, pareciera como si el detalle de la fórmula, del drama y de la obra
tuviesen que sucumbir ante el aclamado y paranoico tema del momento. El tiempo
y el espacio para la asimilación y el asombro deben responder al instante, de
lo contrario, danzan en lo "aburrido".
Esta dromología actual generó que los sujetos asumieran comportamientos
que deben responder a las exigencias económico/políticas y sociales para poder
estar en este mundo congraciándose de infinidad de productos que llevan
al “bienestar”. En este sentido, la cultura y la recreación dependen de cuan
productivo soy, es decir, el cine, el teatro, la música, la pintura, la
lectura, entre otros, quedan supeditados a ¿qué tanto dinero y disposición
tengo? En primer lugar, puesto que el acceso a la oferta cultural implica contar
con la suficiencia económica para asistir a obras o muestras de arte que nos
lleven a estados de satisfacción. Pero, en segundo lugar, es necesario tener la
disposición para disfrutar de éstas, y ello requiere desligarse de asimilaciones y
comportamientos acelerados que, por seguro, llevarán a altos grados de
insatisfacción.
En este segundo aspecto, la práctica de la lectura,
bien sea por necesidad o por gusto, requiere de una consciente disposición
desde donde se pueda intercambiar, con profundidad, con autores y textos. Es difícil
practicar la lectura cuando, al placer y al análisis, le anteponemos la
inmediatez y la velocidad. Cuando supeditamos la comprensión del método y el
diálogo con el drama a la síntesis práctica del tecnicismo.
La pausa en la práctica de la
lectura
Es en este escenario en el que la pausa toma importancia como estímulo para la disposición. Vista,
desde la Psicología del desarrollo, y en torno al acto mamario del bebé, por
ejemplo, Perinat & Lalueza (2007) plantean que la pausa que éste hace tiene
la función de permitir la intervención de la madre para el reaprendizaje.
La Psicología educativa dice que la pausa es
producto del “cambio de turnos” conductuales desde donde se tejen relaciones diádicas
que conllevan a un dar y recibir. Por su parte, la Psicología social alude que
la pausa sobrelleva una mayor compostura para la meditación, y por consiguiente,
se aleja de presiones que interrumpen la comunicación.
En este orden de ideas, bien como acto de
reaprendizaje, de relaciones diádicas o para el intercambio, la pausa es un
aspecto sustancial en la relación autor – lector. Por lo tanto, prescindir de
ella en la práctica de la lectura, posiblemente, puede influir en la
transmisión de la cultura y el saber y en la manera en que nos comunicamos con los diferentes ámbitos del medio social.
De ahí que en el ámbito familiar, como escenario cultural
donde se genera la costumbre, la pausa se convierte en un eslabón fundamental
para proveer, de acuerdo con Bourdieu (2008), los mecanismos de disposiciones duraderas como base del hábito de la
lectura. Es decir, en
este ámbito se pueden dar una serie de simbologías y acciones que inciden en la
transmisión.
Esto es, el hecho de que en los hogares exista una
biblioteca; que se cuelgue cuadros de pintura, de grandes personajes de la
historia; que los hijos vean a sus padres leyendo y dialogando en torno a un
tema, entre otras, se traduce en la simbología para que el hábito se transmita entre
miembros adultos y jóvenes.
Asimismo, en tanto se asuman espacios de lectura en
voz alta; que se dialogue alrededor de temas económicos, educativos, de
farándula, de comida; que se recurra a galerías, cine, teatro, conciertos, ferias
del libro, etc., el ámbito familiar está sembrando las futuras pausas para la
práctica de la lectura como hábito, desde el cual, en
ocasiones, se puede contraponer a la acelerada oferta del mercado.
Por consiguiente, la pausa en la familia, posibilita un ritmo de vida en el que los
jóvenes intuyan la manera de correlación con los adultos, no desde la óptica
del utilitarismo, sino, más bien, desde la captación del ejemplo, la admiración
y el reconocimiento. A su vez, los adultos establecen los marcos diferenciales
de las nuevas generaciones, sin dar paso al juicio por la tradición.
Pausa y hábito lector en la familia como
cadena para establecer, con claridad, los momentos en que se responde a los requerimientos
del veloz mundo contemporáneo. De ahí que padres e hijos necesitan advertir que las
apetencias económicas y de las nuevas “nanas” tecnológicas, pueden tener un
tiempo y un espacio, siempre y cuando, sea en el segundo o tercer momento,
cuando sus miembros acudan a sus íntimos espacios y tiempos.
En cuanto al ámbito escolar, la lectura como práctica
para la comprensión y la interpretación, necesita de la pausa para poder
entablar los diálogos de asimilación de los temas; pero, al tiempo, para
estrechar el lazo entre la escuela y la familia.
En el proceso de enseñanza – aprendizaje la pausa se
traduce en un silencio para la captación y el reforzamiento. Para considerar
que en su relación con la lectura posibilita llegar al qué, al por qué, al cómo
y al para qué del saber y de las artes. Se convierte en una oportunidad para
correlacionarse con el mundo de la ciencia, de la imaginación, la creatividad
y la ficción desde donde se pueden considerar los momentos para pensar y actuar
en torno a la competitividad y la complacencia.
Puesto que la enseñanza – aprendizaje es un proceso, es
obvio que, también, en este ámbito, la pausa implica tener en cuenta simbologías
y acciones alrededor de la lectura. Si los estudiantes ven leer al maestro en
su sala, en la biblioteca, en el lugar de descanso, en la cafetería, etc. Si la
institución considera un plan institucional/transversal de lectura, se estará
brindando los espacios y tiempos simbólicos desde los que se estimulará en la visión del estudiante
la práctica de la lectura.
De igual manera, si
producto del plan de lectura se realizan actividades institucionales donde se
promueva la representación artística/cultural, la lectura y la recreación; y
desde el cual cada asignatura, área o núcleo inicien sus temáticas con pausas que
comprendan lectura en voz alta, la narración oral, entre muchas otras, se
estarían ejecutando acciones que invitan al estudiante a asumirlas, replicarlas
y discutirlas en relación a las ejecutadas en su familia.
Así
entonces, familia y escuela como espacios donde la pausa posibilita la consolidación del hábito y la comprensión de la lectura a los futuros sujetos
sociales, quienes cuentan con las bases de transmisión y formación propias para
enfrentar, de manera tranquila y desacelerada, las dinámicas del desarrollo. Es
decir, donde el mensaje se escucha y analiza; el escrito se lee y se refuta y
la interacción se sustenta en espacios y tiempos que sobrepasan la vertiginosa carrera
por responder con el producto y la farándula.
Pausa, familia y escuela como espacios en los que el sujeto retoma lo social humano desde los momentos que se necesitan para relacionarse con el otro.
Pausa, familia y escuela como espacios en los que el sujeto retoma lo social humano desde los momentos que se necesitan para relacionarse con el otro.
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Fuentes bibliográficas
-
Arlandis
López, Sergio; García García, Miguel Ángel. (2011). Olvidar es morir: Nuevos
encuentros con Vicente Aleixandre. España: Universitat de Valéncia.
-
Bourdieu,
Pierre. (2007). El sentido práctico. España: Siglo XXI Editores.
- Bastidas
Urresty, Édgar. (2016). El nuevo milenio y las tecnologías. Bogotá: El Tiempo -
(versión virtual). Disponible en http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-16649879
- Canclini,
Nestor García. (2015). Hacia una antropología de los lectores. México:
Ediciones Culturales Paidós, S.A., de C.V.
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Charles; Pecina Hernández, José Carmen. (2002). Psicología social de las
Américas. México: Pearsons Editores
- Padilla
Sierra, Gloria; Ramos Tejeda, Magdalena. (2002). Psicología del aprendizaje.
México: Editorial El Manuel Moderno
- Perinat,
Adolfo; Lalueza, J.L. (2007). Psicología del desarrollo: un enfoque sistémico.
Barcelona: Editorial OUC.
- Virilio,
Paul. (2006). Velocidad y política. Buenos Aires: Editorial La Marca.
Fuentes imágenes
http://disonancias-zapata.blogspot.com.co/2016/08/paul-virilio-el-cibermundo-la-politica.html
http://www.curiosity.media/el-discurso-de-chaplin-a-favor-de-la-democracia-y-contra-la-avaricia-el-odio-e-intolerancia-cumple-75-anos/
https://cafecomsociologia.com/pierre-bourdieu-la-logica-de-los-campos-habitus-y-capital/