Por
toto
Es común escuchar que algo es lírico porque alude o se mueve en medio de
manifestaciones que giran en torno al buen recuerdo, a la nostalgia, a la
bohemia, al gusto… a las letras. Aquello que está muy cercano a las fibras
humanas de lo emocional, y por tanto, está ligado al sentir.
Hegel, por ejemplo, relaciona la lírica con el mundo interno del individuo
donde éste encuentra “las pasiones de su propio corazón y espíritu” (Estética
VIII, La poesía, 1832). De ahí, que se podría decir que la lírica es una
expresión enmarcada en el sentimiento y la esperanza.
Por ello, y desde un plano general, cuando un determinado comportamiento o práctica está proyectado desde lo lírico, puede conllevar, guste o no, a
una pausa para pensarse a sí mismo, en el entorno y el contexto en que se
habita.
Lo lírico, por ende, tiene la esencia de la identidad, la aceptación y el
disfrute. Y es por esta razón de lo esencial, que cuando no hay lírica los
resultados del sentir, del pensar y del hacer, solo reflejan acciones grises y
rígidas donde el quehacer está por encima del ser expresus.
[…] Dimensionar la lectura como una práctica que acude a la lírica […]
como un marco desde donde se puede comprender también, como lo expondría
Didier Álvarez, las necesidades del
alma de sujetos y comunidades.
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En este sentido, dimensionar la lectura como una práctica que acude a la
lírica, entendiendo, específicamente, que no se habla de ésta última como
género literario, sino, como un marco desde donde se puede comprender también,
como lo expondría Didier Álvarez, las necesidades del alma de sujetos y
comunidades, es posibilitarla como una oportunidad recíproca en la que quien la
promueve, igualmente, está siendo lector y promotor de su auditorio y, en
consecuencia, la práctica de la lectura puede llevar a que se realice desde
matices de pertinencia y gusto.
Lamentablemente, el mundo contemporáneo ha traído consigo una serie de
dinámicas cuya intencionalidad, pareciera, es la de esquematizar al ser a través de políticas y normalizaciones de competitividad y
sostenibilidad, que han hecho de lo lírico solo un enunciado. Y en esto han
debido entrar los estados, las entidades y las instituciones, pues, de lo
contrario, su existencia en el contexto y en el entorno, estará relegada o
desaparecida, en tanto no se cumple con las exigencias de un mercado.
De ahí que la lectura, a pesar de que se sustenta desde políticas estatales
y desde reclamos institucionales para que se
practique, al tiempo, no se proyecta como una práctica necesaria para que se
enriquezca el capital cultural de un país, siendo éste, la base fundamental de
la proyección personal, profesional y social de los sujetos que lo conforman.
El mercado ha hecho de la lectura un
párrafo más de los discursos de las campañas electorales. Una cifra estadística
de los entes estatales y una acción operativa de los planes institucionales que
la han llevado a que se convierta, en ocasiones, en un simple argumento
presentado en congresos, en discusiones académicas o reuniones sociales al
compás de un vino o un café. ¡Es allí donde se acude a la lírica!
¿Qué pasará entonces con la lectura por gusto? ¿Se estará proyectando desde
los estándares de calidad? ¿Dónde quedan los sujetos a quienes se les promueve
la lectura?
Una cosa es dar cumplimiento a las exigencias formales,
pero, otra muy distinta, es querer encostalar a la lectura y los lectores
dentro de un cuadro porcentual.
La lectura, de acuerdo con Freire (1984), es un acto de liberación que le
permite al sujeto hacer las catarsis emocionales, creativas e intelectuales de
su propia existencia. Es la posibilidad para que el sujeto establezca los
acuerdos con la sociedad y pueda afrontar las angustias a las que ésta lo
lleva. Por ello, no puede dimensionarse dentro de una escala numérica que
requiere aumentarse.
La lírica de la lectura, aludiendo a Barthes (citado por Metcalfe, 2015, p.
[65]), “es hacer trabajar a nuestro cuerpo (…) a partir de la invitación de los
signos del texto”. Pero, tal y como se está proyectando hoy ese trabajar el
cuerpo desde la lectura, podría llevar a fisionomías lectoras
estáticas que solo posarían para la fotografía de sustentación institucional.
El cuerpo es vida, movimiento y decisión en el mundo, por lo tanto, querer
enmarcarlo bajo premisas de mejoramiento de la calidad, es pretender estandarizar
las manifestaciones culturales en las que éste sustenta su configuración.
La lectura como un cuerpo, producto de tales manifestaciones,
requiere, por ende, practicarse sin ataduras formales, en tanto es también el
cúmulo de las riquezas que el sujeto configura para relacionarse con sus pares
humanos y sociales.
La lectura, de
acuerdo con Freire (1984), es un acto de liberación que le permite al sujeto
hacer las catarsis emocionales, creativas e intelectuales de su propia
existencia.
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Como una práctica cultural, la lectura debe permitir la lucha por la
libertad. Debe ser un espejo no empañado por postulados discursivos que ganan
el aplauso de un elector, de un jefe o un grupo sui géneris cuyas acciones
propenden por el “bienestar” de una comunidad. Así que no debe bañarse en
el “regocijo” de ese “bienestar”, puesto que su lírica sucumbiría ante la
normalización.
¿Será entonces, por ello, que existe esa distancia entre los planes
estatales e institucionales de lectura con las necesidades lectoras de las
comunidades? ¿A qué se estará dando prioridad hoy cuando se promueve la
lectura? ¿La promoción de la lectura estará respondiendo, más, a exigencias del
corte institucional que a las expectativas lectoras de los sujetos?
No se trata de romantizar la práctica de la lectura, sino, de plantear una
reflexión para que se evalúe lo que se está haciendo hoy en relación a su
promoción.
La lectura es también un acto íntimo de los sujetos que requieren de ella como un sillón de psicoanálisis donde se posan para expresar las incertidumbres de su ser, ¡y esto... no tiene ninguna escala de medida!
La lectura es también un acto íntimo de los sujetos que requieren de ella como un sillón de psicoanálisis donde se posan para expresar las incertidumbres de su ser, ¡y esto... no tiene ninguna escala de medida!
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Fuentes bibliográficas
- Álvarez Zapata, Didier; Giraldo Giraldo, Yicel Nayrobis; Rodríguez Santamaría, Gloria María; Gómez
Vargas, Maricela. Acercamiento al estado actual de la promoción de la lectura en la biblioteca pública en Colombia. En: Revista Interamericana de Bibliotecología, vol. 31, núm. 2, julio-diciembre, 2008, pp. 13-43
Universidad de Antioquia
Medellín, Colombia.
- Andrew Metcalfe, Ann Game. (2015). Sociología apasionada. Barcelona: Editorial UOC.
- Andrew Metcalfe, Ann Game. (2015). Sociología apasionada. Barcelona: Editorial UOC.
- Chartier, Roger.
(2009). El libro y sus poderes. Siglos XV – XVIII. Medellín: Universidad de
Antioquia.
-------------------- (1994). Libros, lecturas y lectores en la Edad
Moderna. Madrid: Alianza Editorial.
- Freire, Paulo.
(2004). la importancia del acto de leer y el proceso de liberación. México:
Siglo XXI Editores.
- Ramírez Leyva, Elsa
M. [Comp.]. (2006). Las prácticas sociales de lectura. En: Segundo Seminario
Lectura: pasado, presente y futuro. México: Centro Universitario de
Investigaciones Bibliotecológicas. UNAM.
- Uribe Tirado, Alejandro; Alvarez Zapata, Didier; jaramilloa Cadavid, José Roberto. De leer, serie radial sobre la promoción de la lectura. En: Revista Interamericana de Bibliotecología, vol. 31, núm. 1, enero-junio, 2008, pp. 67-83. Universidad de Antioquia. Medellín, Colombia.
- Uribe Tirado, Alejandro; Alvarez Zapata, Didier; jaramilloa Cadavid, José Roberto. De leer, serie radial sobre la promoción de la lectura. En: Revista Interamericana de Bibliotecología, vol. 31, núm. 1, enero-junio, 2008, pp. 67-83. Universidad de Antioquia. Medellín, Colombia.
- La estética de Hegel. Disponible en:
http://www.raco.cat/index.php/convivium/article/viewFile/76231/99005