Este texto no es más
que un ejercicio vinculado a lo extremo, cuya pretensión es tratar de lograr
una vinculación entre el interés que tienen los ámbitos gubernamental,
cultural y social para que los miembros de la sociedad lean. Ello
supone un juego de especulaciones, tal vez, con algún grado de acierto, frente
a las paradojas o contradicciones que pueden existir entre los postulados,
enunciados, objetivos y gustos que entre unos y otros se tejen y que lo más
seguro es que se distancien de las prácticas o expresiones sociales a las que
contribuye la lectura.
La lectura como
instrumento para… o como práctica cultural para… o como contribución al
conocimiento porque… o como simple práctica, tiene un plus interesante que la
hace pasar de lo abstracto de la palabra misma “lectura” al encadenamiento de
preguntas, preocupaciones y acciones tangibles que necesitan saber ¿por qué sí?
o ¿por qué no? se practica el acto de leer.
Desde el punto de vista
gubernamental, y empieza aquí lo paradójico del asunto, de cierto tiempo
histórico hacia acá se han venido gestando una serie de estrategias enmarcadas
en planes de lectura cuyos intereses responden a lo planteado en los planes de
desarrollo que solo tienen vigencia en el tiempo de gobernabilidad que
contemplan las cartas magnas, a no ser que se decrete acerca de la ampliación
del tiempo de gobierno. Es decir, y como muestra de ello, no es sino darse
cuenta de los distintos planes de lectura que entre la década de los 80s hasta
hoy (siglo XXI)[1]
se han creado en Colombia, y cuya denominación ofrece un variado portafolio,
para entender que el tema de la lectura ha dado respuesta más a un asunto de
gobierno que a un asunto de cultura y de sociedad. De ahí que valdría la pena
preguntarse entonces ¿si el variado interés gubernamental puede cruzarse con el
interés cultural, académico, social y personal?[2] ¿Cuál
es entonces, en el discurso del ejercicio político, el interés de los gobiernos
para que se lea?
Si “leer libera” como
lo promulga una de las campañas del Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas del
Ministerio de Cultura de Colombia del año 2003, ¿por qué entonces, en
ocasiones, los posibles “activistas” lectores que expresan su inconformidad
frente a lo gubernamental, son reprimidos y estigmatizados por los mismos
gobiernos? ¿Hacia dónde orientan realmente los intereses lectores desde los
planes de lectura gubernamentales?
Por otra parte, y en
cuanto al ámbito cultural donde se mezclan las transmisiones familiares,
escolares y sociales, y todo lo que de ello se ramifica, la práctica de la
lectura se da siempre y cuando pudiese haber existido, de acuerdo con Bourdieu,
el sistema de disposiciones para que
esto suceda. Es decir, en la medida en que en el hogar y en la escuela se haya
estimulado el acercamiento a los libros, al arte, a la recreación para poder
enunciarse que se tienen los elementos transmisivos mediante los cuales se
soporta la práctica de la lectura reflejada en el contexto en que se habita. El
interés de la familia porque se lea en ella, impulsada especialmente por los
padres, puede tener matices que giran alrededor de aspectos religiosos,
políticos, económicos, etc., que de acuerdo con los intereses de proyección de
los hijos; de comprensión de las lecturas que hagan en espacios de formación,
por ejemplo, posiblemente se vayan distanciando con el tiempo de los intereses
de lectura paternos, y muy probablemente, de los intereses de lectura planteados
por lo gubernamental, ya que van adquiriendo otros intereses lectores que
respondan a sus expectativas de vida.
En este orden de ideas,
lo que se podría decir es que la lectura lo que activa es la reflexión
frente a las propuestas del medio estatal y cultural para comprender las
dinámicas reales en que se mueve el mundo social.
Producto de lo
anterior, y a manera de una “especulación real”, es probable que los intereses de
lectura de los sujetos sociales, en la instancia de la vida en que se “desprenden”
de la familia, de algunos enunciados y propuestas de la escuela, y por ende, de
alguna “cultura” de intereses lectores planteada desde el ente gubernamental,
sean totalmente ajenos a estos, y por consiguiente, los sujetos asuman una posición de refutación y de crítica frente a las propuestas de
lectura de la que, consientes o no, han venido siendo partícipes.
Es en esto último,
donde se presume un total rompimiento de los intereses de lectura de los
gobiernos, de la cultura y de la sociedad, de ahí que valdría la pena entonces preguntarse
¿dónde, en qué momento, se cruzan los intereses por leer entre los gobiernos,
la cultura y las personas? Y agreguemos otra ¿qué es entonces leer frente a lo
que implica ser lector en los diferentes ámbitos de formación humana, social y
profesional?
Espero que esta particular
reflexión sea del interés de algún lector.
[1] Bibliotecas Móviles creado en 1982, pasando por el Plan Nacional de
Bibliotecas Públicas de Colcultura en 1989, el Programa de Bibliotecas Rurales
convenido entre el Gobierno Nacional y las alcaldías municipales en 1991 y El
Plan Nacional de Lectura “Es rico leer” de 1992, hasta llegar en el año
2003 a la creación del actual Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas, (PNLB).
3. Ministerio de Cultura de Colombia. (2003). Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas.