Por toto
El presente texto, del que podría decirse es la continuidad
del texto anterior, tiene como pretensión reflexionar alrededor de la pregunta:
¿desde dónde se podría concebir el hábito de la lectura? Para ello, se
tiene en cuenta que se percibe la lectura desde su dimensión social, es decir,
como una práctica que pueda ser realizada en los entornos cotidianos de los
sujetos. Por tanto, se considera pertinente que la reflexión se aborde a partir
del concepto de habitus planteado por Pierre Bourdieu, en
tanto da luces que bien pueden asumirse para la ejecución de acciones y
estrategias mediante las cuales se pueda llevar a buen fin esta pretensión de
hacer de la lectura un hábito.
¿Cómo podría “llegar” el hábito; y por tanto, el hábito de
leer?
Desde una
definición muy básica de la psicología se tiene que el hábito es la “tendencia
latente a una determinada conducta”; y asimismo, que es “una acción manifiesta
o latente que reaparece en situaciones similares”. (Dorsch, 1994, p. 364). El
hábito por lo tanto, según esta misma fuente, se relaciona con el aprendizaje.
De ahí, que para considerarse dentro del marco del
aprendizaje, el hábito implica un proceso que, por razones obvias, debe tener
un inicio, más no un final, sino más bien unas construcciones cada vez mejor
elaboradas, dependiendo de aspectos psicológicos, culturales y sociales; esto
es, según la proyección que cada sujeto asume y lo que relaciona para sí del
entorno y el contexto. Desde esta óptica, se podría plantear entonces
otra pregunta: ¿el hábito se hereda, se transmite o se adquiere?
Si se presume como una herencia relacionada con una
“riqueza” determinada, se tendría, por tanto, que quienes la poseían o poseen
debieron generarla a partir de iniciativas, momentos, prácticas y proyecciones,
etc., y que, como tal, beneficiaría al heredero, eso sí, si éste la recibe para
la proyección y construcción de mejores “cosas”.
Enmarcado como herencia, por consiguiente, el hábito de la
lectura necesitaría de ser recibido bajo la premisa de ser algo apreciado que
ha sido conservado porque se consideró que puede beneficiar la ambición
personal o profesional, en la perspectiva de ser sujetos con una mirada más
holística respecto a lo que implica vivir con los otros y con lo otro. En este
caso el hábito de la lectura tendría como característica el de ser “algo
entregado…”.
En cuanto a
avizorarse como una transmisión, significaría hablar, posiblemente, desde un
aspecto cultural que requirió de tiempo, de unas costumbres acordadas que
generaron prácticas, entre ellas, la lectura; lo que implicó, por lo tanto, el
que se tuvieran unas convicciones y unas simbologías para que la acción de
transmitir pudiese encontrar sujetos dispuestos, desde la convicción, a ser
parte de esa cadena de transmisión.
Frente al hábito como adquisición, y relacionándolo también
con una muy simplificada definición desde la pedagogía, se plantea que “[…] es
una adaptación activa o pasiva adquirida por la experiencia, que se añade a la
adaptación biológica, originaria”. (Dorsch, 1994, p. 364).
Ahora, a partir de lo anterior valdría la pena preguntarse
¿cómo adaptar el hábito de la lectura cuando en la experiencia no se cuenta con
herencias o transmisiones de lectura, es decir, cuando en una sociedad gran
parte de la población, por razones de toda índole, no ha experimentado un
encuentro sensato con el libro y la lectura?
En este plano la adquisición del hábito lector involucra
especialmente las decisiones del sujeto en relación a la manera como el entorno
y el contexto le ofrece lo que pretende que adquiera. Y al hablar de decisiones
por parte del sujeto, se habla de los intereses, las expectativas y, hasta las
utilidades prácticas que le pueda dar lo que desean que él adquiera; ¿y si el
sujeto, por decisión o por gusto, no desea adquirir el hábito de la lectura? ¿Y
si, como lo plantea Martín Barbero (2005), el sujeto ha adquirido otros modos
de leer, por qué solo se le promueve el texto escrito?
En aras de brindarle a la promoción de lectura elementos
que le permitan identificar acciones, estrategias, gustos y posibilidades para
trabajar en pro del hábito, sería interesante que los estudios respecto al
tema, más allá de preguntarse sobre si aumentó o no el hábito lector, se
preguntaran sobre qué le gustaría leer al padre, a la madre, a los hijos, a los
maestros y estudiantes de educación básica, media y superior, al obrero, al
doctor, etc., esto, quizás, entregaría unas respuestas que, desde lo
cualitativo, permitirían, probablemente, saber si hay o no herencias,
transmisiones y adquisiciones respecto a la lectura, y especialmente, los
aspectos específicos que los rodean.
La lectura desde el habitus de Pierre Bourdieu
Bourdieu concibe el habitus como
Un sistema de disposiciones durables y transferibles - estructuras
estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes - que
integran todas las experiencias pasadas y funciona en cada momento como matriz
estructurante de las percepciones, las apreciaciones y las acciones de los
agentes de cara a una coyuntura o acontecimiento y que él contribuye a
producir. (Bourdieu, 1972, p. 178).
Asumida desde esta lógica, la lectura como sistema de
disposiciones durables y transferibles, implicaría que en algunos de los
espacios cotidianos en que se mueven los sujetos existan disposiciones, lo que
para el presente texto se asume como simbologías, que le posibiliten al sujeto,
en la dimensión de Bourdieu, la incorporación y/o aumento del capital simbólico (2013) a través del cual se herede, se
transmita o se adquiera el hábito de la lectura. Esto es, si en el ámbito familiar se
realizan acciones como: habitaciones con afiches en pro del libro, la música,
obras de teatro, rondas infantiles (en el caso de los niños); contar con una
biblioteca; de igual manera, que se lea por parte de madres y padres de
familia, y que se generen discusiones en torno a artículos, libros, autores, la
música, la realidad, etc., quizás los niños y jóvenes que hacen parte de este
ámbito familiar asumirían la lectura casi como algo natural.
Y si a esto se le suma el hecho de que la escuela propenda por un proyecto de lectura transversal al currículo; estrategias pedagógicas donde se promueva la lectura de una poesía, una noticia de periódico, un cuento interactivo, la biografía de Baldor, etc., no importando si se es maestro de matemáticas, sociales, etc., unido a maestros usuarios constantes de la biblioteca y lectores en los pasillos, en la sala de maestros, etc., probablemente esto contribuiría de manera significativa a que los estudiantes incrementen o vayan estructurando el hábito lector como una práctica solvente en su proyección como sujetos sociales y visionarios.
Asimismo, si en los espacios heterogéneos donde confluye gran parte de la sociedad alrededor del libro, la lectura y la cultura como son las bibliotecas públicas, se conciben estrategias que posibiliten no solo el encuentro con el mundo de la ficción o la poesía, sino también con el mundo de la realidad, leyendo el periódico o un artículo de revista, o un invento o una biografía en grupo, se estaría brindando, quizás, elementos que permitirían también la estructuración para la lectura de la realidad; sujetos lectores pero también informados y formados para cumplir roles respecto a valores sociales, ciudadanos y políticos.
Pero, este sistema de simbologías y acciones debe estar
apoyado por unos parámetros gubernamentales que lleven a que ese capital lector
incorporado en la familia y la escuela, se traduzca en una propuesta
estructurada que contribuya con la proyección de los sujetos que conforman la
sociedad. Es decir, se estaría hablando de una propuesta estructurante que
permea el entorno familiar, escolar y social con la práctica de la lectura, y
que provee a la sociedad de sujetos cuyas percepciones y decisiones sobre la
realidad, estarían girando en pro de generar también un desarrollo social,
económico, político y cultural.
La lectura entonces asumida desde el habitus, necesita del
compromiso por parte de quienes conforman los diferentes entornos del contexto
social para poder vislumbrarse como una práctica estructurada que estructura
comportamientos y visiones, a partir de los cuales se sustenta el bienestar y
el desarrollo de una sociedad.
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* Barbero Martín, Jesús. (2005). Los modos de leer. Bogotá.
Centro de Competencia en Comunicación para América Latina. En: http://www.fesmedia-latin-america.org/uploads/media/Los_modos_de_leer.pdf
* Bourdieu, Pierre. (1972). El sentido práctico. Madrid:
Ediciones Taurus.
* Chartier, Roger. (2002). Prácticas de lectura. Bolivia: Plural Editores.
* Dewey, John. (2004). La opinión pública y sus problemas. Madrid: Ediciones Morata.
* Dorsch, Friedrich. (1994). diccionario de Psicología. españa: Ediciones Herder