Por: toto

Entendidos desde la perspectiva de la sociología de la lectura, se podría decir que, de acuerdo al capital cultural (Bourdieu, 1979) de los sujetos, cuya configuración se ha establecido desde un marco histórico, de interacción y de simbología, es decir, cuyas construcciones socioculturales, en ocasiones requieren de tiempo y de bagaje vital para concebirse dentro de sus percepciones, no es éticamente adecuado direccionar su práctica y gusto lector. Esto es, y para ser más específico, considerar que quienes ya tienen unas lecturas del mundo (Freire, 1991), que bien pueden estar concebidas desde dogmas establecidos en el seno familiar, deben “iniciar un proceso lector” de acuerdo a determinados comportamientos y apetencias de quienes promueven la lectura, es pretender dogmatizar su práctica lectora, sin percatar que éste también tiene establecido, desde su historicidad lectora, un marco orientador y de representación frente a dicha práctica.

La práctica social de la lectura, como se ha venido enunciando, varía de acuerdo a las condiciones socioculturales de lector. Pretender homogenizarla desde “absolutos” discursivos y desde recomendaciones valorativas, es llevarla hacia un pozo de legitimidad que lo único que genera son ahogamientos de los hábitos lectores por parte del “futuro buen lector”. Hacer selecciones de textos, autores y lecturas desde juicios de bueno o malo, es irrumpir en los derechos líneas arriba mencionados. No aceptar la práctica de “las malas lecturas”, “los malos autores y textos”, desde fueros éticos de aceptación por tales derechos, es intervenir en el capital gustativo, que bien sea, o por los mismos pasos de crecimiento que se den en la propia historia, o por la orientación y encuentro democrático con otros textos y autores, conllevarían al aumento del capital lector. Legitimar la lectura y al lector, como lo plantea Bourdieu, desde la premisa interrogativa de ¿qué de lo que leo vale la pena ser declarado? Es decir, ¿qué de lo que leo es realmente lectura legítima?, es coartar el libre pensar. Es estratificar el gusto lector para que sea aceptado dentro de los cánones que determinados grupos de “buenos lectores”, establecen como fuente de deliberación e interacción con los otros.

- Freire, Paulo. La importancia de leer y el proceso de liberación. México, D. F.: Siglo XXI Editores. 1991.
- Pennac, Daniel. Como una novela. Bogotá. Ed. Norma. 2006