Por: toto
Con la fortuna de haber podido estar en algunas regiones colombianas como Putumayo, Tumaco, Arauquita e Ibagué, realizando un trabajo de campo con la Universidad Nacional, se pudo conocer algunas particularidades políticas, económicas, socioculturales y geográficas, que conllevaron a plantear la presente reflexión cuya pretensión es centrar un debate en relación al tema de la desescolarización de la biblioteca pública.

Desde la poca voluntad de gobernantes, pasando por los bajos recursos económicos con que cuentan los municipios, hasta la lejanía en que se encuentran veredas del parque o plaza del pueblo, son algunos de los aspectos influyentes para que la escuela estreche los lazos de formación con la biblioteca pública, municipal o veredal. A ello cabe sumarle que, por variedad climática se encuentra municipios como por ejemplo Puerto Caicedo – Putumayo, en los que las altas temperaturas (39° C) se conjugan con una cantidad de 40 alumnos por aula de clase, lo que hace casi imposible hablar de calidad educativa.
Bajo estos antecedentes se encontró como el espacio bibliotecario se caracteriza por unas prácticas específicas de los escolares y la comunidad, que están más allá del simple hecho de cumplir con labores académicas. Espacios afortunadamente amplios, con buena ventilación y ubicados en los parques de los municipios. Mínimas condiciones de infraestructura, es decir, escases de estanterías y colección. Libros que datan de cuatro, cinco y hasta más décadas de publicación que son el insumo básico para el trabajo de consulta, y una persona doliente que así no cuente con los conocimientos bibliotecarios, tiene toda la disposición para, al menos atender y ayudar con la consulta.


Ahora, no es que se esté planteando una reflexión cuadrada, aunque sí muy superficial, pero, teniendo en cuenta lo que demora en ejecutarse una posible voluntad política en regiones de éstas características en cuanto a la consideración de espacios recreativos o socioculturales, es importante pensar esta leve reflexión porque las realidades descritas se sustentan en opiniones y críticas de la comunidad cuya premisa es la de plantear el paso de los años sin que pase nada al respecto desde la esfera polìtica.
En conclusión lo que se quiere enmarcar a partir de las anteriores descripciones, y teniendo en cuenta que puede ser solo unas palabras románticas, de una romántica realidad, está el hecho que en regiones como éstas, desarticular el espacio bibliotecario de la escuela es desarticular todo un engranaje de construcción social y ciudadanía, fundamental para el desarrollo político, económico y educativo de los municipios. Bien se podría enunciar que una cosa no tiene nada que ver con la otra, es decir, que no es que la consulta lleve a lo otro, pero se aclara que es la evidencia de lo que se percibió cuando se veía como llegaban los niños, jóvenes y adultos a la biblioteca con la “prioridad” de realizar consultas, y que luego se traducía en interacciones socioculturales, de intercambio de conocimientos y políticos por parte de la comunidad. La consulta como “excusa” para el ejercicio social y ciudadano.